miércoles, 10 de septiembre de 2008

TOTALITARISMO


Se conoce como totalitarismos a las ideologías, los movimientos y los regímenes políticos donde la libertad está seriamente restringida y el Estado ejerce todo el poder sin divisiones ni restricciones (de un modo mucho más intenso y extenso que el teórico poder absoluto de las monarquías del Antiguo Régimen).
Los totalitarismos, o regímenes totalitarios, se diferencian de otros regímenes autocráticos por ser dirigidos por un partido político que pretende ser o se comporta en la práctica como partido único y confundirse con las instituciones del estado, y por lo general exaltan la figura de un líder carismático que tiene un poder ilimitado que alcanza todos los ámbitos y se manifiesta a través de la autoridad ejercida jerárquicamente. Impulsan un movimiento de masas en el que se pretende encuadrar a toda la sociedad (con el propósito de formar un hombre nuevo en una sociedad perfecta), y hacen uso intenso de la propaganda y de distintos mecanismos de control social y de represión como la policía secreta o los campos de concentración. El fascismo (tanto el italiano como el nazismo alemán y en mayor o menor medida otras versiones nacionales) y el estalinismo de la Unión Soviética (y en mayor o menor medida el de sus países satélites denominados socialismo real) son los ejemplos más destacados.

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Definición
Totalitarismo es un concepto usado desde la década de los treinta por las ciencias políticas y sociales y por la historiografía para definir los movimientos y regímenes políticos del siglo XX que adoptaron las formas dictatoriales más extremas, en especial la Italia fascista, la Alemania Nazi, la Unión Soviética y sus satélites. Las teorías del totalitarismo ha sido controvertida y objeto de intensos debates.
Los regímenes totalitarios se caracterizan por el papel predominante de un partido único y la ausencia de pluralismo; la existencia de una ideología rígida y elaborada que legitima el poder del partido; el ejercicio del poder sin limitaciones previsibles y sancionables; la movilización intensa y continua de la población, sustentada en organizaciones subordinadas al partido (sindicatos, asociaciones juveniles, femeninas, etc.); la voluntad de monopolizar y politizar todos los aspectos de la vida social, privada y pública, mediante el uso de métodos avanzados de comunicación de masas, propaganda, ritual, adoctrinamiento, educación, tecnología, entre otros, y gracias al poder del partido, en particular de su cúpula dirigente, y a la ideología en la que se fundamenta el régimen.
Esa pretensión de control total de la sociedad civil, o incluso el propósito de transformar totalmente la sociedad existente y producir una sociedad íntegramente nueva desde los puntos de vista político, social y antropológico, es lo que distingue a los regímenes totalitarios del conjunto de regímenes autoritarios. El término totalitario surgió en Italia en los años veinte y fue utilizado en medios fascistas (incluido Mussolini) y opositores para definir, positiva o negativamente, el fascismo. Se empleó pronto, en cuanto noción peyorativa, para referirse al sistema comunista de la Unión Soviética y al nacionalsocialismo alemán. Entre los años treinta y los cincuenta se consolidó como concepto para el análisis comparativo de los regímenes autoritarios y para designar aquellos considerados «nuevos» en la historia, especialmente eficaces gracias a la tecnología moderna y a la racionalización burocrática. Además de ser ampliamente utilizado en medios académicos no marxistas, sirvió como arma retórica en los debates de la guerra fría.
A partir de los años sesenta y setenta, la validez del concepto ha sido cuestionada desde diferentes posiciones. La historiografía marxista, que siempre rechazó el concepto para referirse a la Unión Soviética y defendió una concepción genérica del término fascismo para designar las dictaduras no socialistas, enfatizó Las diferencias filosóficas entre el comunismo soviético y los regímenes de Hitler y Mussolini, además de considerarlo un término ideológico propio de la propaganda antisoviética de La guerra fría.
Tras la muerte de Stalin, algunos autores defendieron La especificidad del estalinismo y que el comunismo no era intrínsecamente totalitario. Contribuyó a un cierto abandono del concepto la investigación sobre el régimen nazi, que ha revelado unos niveles de ineficacia e improvisación difícilmente compatibles con el concepto abstracto de control social total.
Quizás la principal objeción sea el uso de un único modelo teórico para definir fenómenos históricos muy distintos. Aun cuando la teoría del totalitarismo ha perdido en las últimas décadas la aceptación que tenía en los años cincuenta, sigue siendo un punto de referencia fundamental. Algunos autores han defendido su validez, en especial en cuanto «modelo» o “tipo ideal», como construcción que define unos rasgos generales útiles para el análisis histórico, tanto comparativo como de los casos específicos (K. D. Bracher, E. Gentile). E. Gentile ha acuñado el concepto de «experimento totalitario», que pone de relieve el proceso dinámico de formación y realización del dominio totalitario y plantea como un proceso inagotable y nunca consumado el objetivo totalitario de realizar la revolución antropológica de moldear e integrar a los individuos y las masas en el Estado.
Este concepto permite afrontar las especificidades de los distintos movimientos-regímenes totalitarios y subraya la inexistencia en la realidad histórica de un totalitarismo perfecto.
Aspecto político
El totalitarismo es un monismo político porque erige toda la estructura de poder en torno al poder político, generalmente un solo lider, absorbiendo los poderes que se afinan a éste y negando los que son independientes o contrarios. De esta forma, al contrario de las formas de estado democráticas, en donde el poder político es una forma más de poder, que se encuentra en una jerarquía, por sobre el poder social, en el totalitarismo no existe esa jerarquía de poderes, debido a que sólo existe uno, el poder político total.
A diferencia del liberalismo y del marxismo que cuentan con una coherente exposición de principios ideológicos, las doctrinas totalitarias se configuran a la par que estos movimientos surgen con el propósito de alcanzar el poder y establecer su sistema de dominación. No hay doctrina. Una primera característica es su exaltación del Estado, de un Estado omnipotente o totalitario y llevar el respeto a los líderes de estos a un nivel de casi "culto a la personalidad".
A ello, el nacionalsocialismo agrega la configuración de un Estado sustentado en supuestos étnicos y racistas. Por ello, el fin supremo del Estado nazi es la preservación de la pureza racial, la que justifica la política racista y antisemita del Tercer Reich. Antiparlamentarismo bajo la dirección de un jefe o caudillo -Duce (Mussolini), Führer (Hitler)- dotado de un poder “carismático” y capaz de crear por sí sólo la voluntad nacional y de dirigirla en beneficio de la colectividad insustituible.
Su odio febril a la democracia y a sus manifestaciones más comunes, la libertad y la igualdad políticas. Así frente a la “falacia” de la igualdad democrática, exhiben como ideal la dicotomía superiores-inferiores. En el “código” social fascista el hombre es superior a la mujer, el militar al civil, el miembro del partido al que no lo es, se puede expresar las principales características:
Se halla un imperialismo militarista.
El dogmatismo de las ideas y las intolerancia fundamentan la fe ciega en el caudillo.
Utilizan los símbolos y los nuevos medios de propaganda de masas. Existe un partido único.
Aspecto jurídico
Maneja su propia concepción del derecho afirmando que solo existe un derecho positivo que el estado otorga a las personas. Es decir, que no existen derechos naturales en las personas, por el sólo hechos de ser personas, además niega la existencia de dignidad en la persona humana de manera natural. Los derechos naturales que pudiesen existir, el totalitarismo considera que son otorgados por el estado, por lo tanto pasan a ser derechos positivos.
Diferencias con otros regímenes
Existe cierta confusión entre la conceptualización autoritarista, totalitarista y fascista. Si bien ambos conceptos están sumamente interrelacionados, guardan suficiente independendencia semántica entre sí. Sin embargo, a lo largo de un periodo un gobierno puede y suele tomar medidas propias de los tres, e incluso evolucionar y configurarse de una forma a otra por lo que determinar estrictamente las diferencias para un caso concreto puede resultar sumamente complicado.
Diferencias con el autoritarismo
Se diferencia de los regímenes autoritarios de gobierno porque los totalitarios:[1]
Tiene una ideología elaborada destacando el ensalzamiento del líder.
Busca el apoyo de las masas, no sólo someterlas.
Su meta última es realizar grandes cambios en la sociedad y no sólo imponer su poder sobre la misma.
El totalitarismo se diferencia del autoritarismo en el grado de intensidad en que se manifiestan algunos de sus elementos comunes:
Concentración de poder en una sola persona o grupo muy reducido, usualmente un partido político o movimiento, que puede incluso conducir al culto a la personalidad del líder.
Justificación de la actuación política mediante una doctrina global que se manifiesta en todas las esferas de la actuación humana: economía, cultura, familia, religión.
Empleo sistemático del terror, por medio de una policía secreta para eliminar a la disidencia u oposición.
Uso de los campos de concentración para aislar a la oposición y enemigos del régimen.
Mientras el autoritarismo busca acallar a los disidentes y evitar sus expresiones en público, el totalitarismo en cambio buscar no solo acallar sino también extirpar las formas de pensamiento opuestas, mediante el adoctrinamiento y la remodelación de las mentalidades culturales.
El elemento esencial que comparten los regímenes totalitarios es la voluntad de convertir la política estatal en un mecanismo para controlar todas las esferas de la actividad humana y ocupar todo el espacio social.
Totalitarismo fascista

El concepto de régimen fascista puede aplicarse a algunos regímenes políticos dictatoriales, ya fueran totalitarios o autoritarios[2] de la Europa de entreguerras y a prácticamente todos los que se impusieron por las potencias del Eje durante su ocupación del continente durante la Segunda Guerra Mundial. De un modo destacado y en primer lugar a la Italia de Benito Mussolini (1922) que inaugura el modelo y acuña el término; seguida por la Alemania de Adolf Hitler (1933) que lo lleva a sus últimas consecuencias; y, cerrando el ciclo, la España de Francisco Franco que se prolonga mucho más tiempo y evoluciona fuera del periodo (desde 1936 hasta 1975). Las diferencias de planteamientos ideológicos y trayectorias históricas entre cada uno de estos regímenes son notables.

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